Cap. 3 "El Arrodillado"

Todo estaba pasando muy rápido, demasiado rápido. Todos seguían mirando fijo el televisor para poder comprender algo, al menos algo de lo que pasaba.

Cambiá cambiá, poné las noticias —dijo el Gringo.

Seguimos en vivo desde el Estadio Kempes y seguimos sin poder creerlo. Ya hay orden de que participe Gendarmería; la policía ya no puede contener a los revoltosos. —repiten en la televisión.

Todos miran fijamente el televisor sin decir una palabra.

Se recomienda, desde el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Córdoba, permanecer en sus hogares y no hacer ningún intento de salir a la calle. La policía y la Gendarmería ya están por….—de repente, se cortó la transmisión.

¿Qué paso loco? —gritó Ayelén ¿Y ahora qué onda?
Se cortó la transmisión, no anda ningún canal —dijo Ángela, mientras apretaba el control remoto.
La puta madre. Voy a llamar a mi hija —agregó Asado.

Atrás se veía a Ayelén llamando por celular al Pity, su novio.

El Pity no contesta. Me voy a buscarlo —porfió Ayelén.
Vos no te vas a ningún lado Aye. No podemos salir dijeron en la tele. Es muy peligroso; no sabemos bien lo que pasa. —dijo el Gringo.
La televisión que se vaya a la mierda. Yo tengo que ir a buscarlo al Pity, si o si. —dijo Ayelén.

Agarró sus cosas y se iba para la puerta. El Gringo la agarró del brazo y la detuvo. Ayelén estaba como loca, quería salir si o si.

¡Soltame Gringo, voy a ir! —dijo Ayelén, con lagrima es sus ojos.

Atrás aparece Asado, con la cara enrojecida porque en la casa de su ex mujer no atendía nadie el teléfono. Allí vivía Lucia, su hija de 10 años.

¡Paren un poco che! —grito Asado no me contestan en la casa de mi hija, los teléfonos no están andando bien. ¿Aye querés ir a buscarlo al Pity?, yo me voy a Güemes a buscar a la Luli. Podemos pasar por el Kempes y vemos, ¿si?.

Aye asintió con la cabeza; le sacó la mano al Gringo que aun la seguía agarrando y se fue a sentar en una silla intranquila. Javier apareció por el pasillo que daba a su habitación.

Vamos con vos Asado, te bancamos en esta —sentenció el Gringo.

Ángela negó con la cabeza. Agarró del brazo al Gringo y se lo llevó a un rincón.

No podemos salir Gringo… la tele dijo que… tengo miedo Gustavo —y rompió en llanto.

Mientras el Gringo la consolaba pensaba en que tenía razón pero no podía dejar a sus amigos irse solos, no con todo lo que estaba pasando.

Todo va a estar bien le dijo a Ángela en tono de consuelo mientras estemos juntos, vos, yo y los chicos, todo va a estar bien concluyó.
Si nos vamos a ir, nos tenemos que preparar. Yo no voy a salir para que me coman esas cosas que ya deben estar por todos lados. Si nos vamos, lleva tu revolver papá. —dijo Javier, convencido.

El Gringo se lo quedo mirandolo. Tenía razón tenían que cuidarse porque no sabían que podía pasar allí fuera; y más si primero iban a pasar por el Kempes.

El pibe tiene razón —dijo Asado —buscalo Gringo y vamos. Yo voy a llevar un par de cosas también por las dudas.

Asado agarró algunas de las herramientas de la parrilla. El cuchillo y el tenedor parrillero, el atizador que tenía muy gastada la punta y el cuchillo que usaba para cortar la carne al que nunca le faltaba filo y se los colgó del cinto. Ya estaba listo.

Ayelén también buscó en la casa algo para estar preparada. Agarró un palo de Hockey de la princesita. Estaba como nuevo. Le gustó.

Agarraron dos autos. En el auto del Gringo subieron él y su familia. En el taxi de asado, un Fiat Uno modelo 98, se subió él con Ayelén. En el barrio se veía a los vecinos preocupados, muchas corridas; la gente cerraba las ventanas, otros clavaban maderas en las puertas. Nadie sabía que podía llegar a pasar.

Agarraron Bv. Los Alemanes, después Padre Claret. Los pocos autos que se veían en la calle iban muy fuertes y, cuando doblaban en Padre Claret, casi chocan con un colectivo de la línea 26 que paso como a 80 km al frente de la Shell. Adentro había una pelea pero no se veía bien que pasaba; siguieron.
Cuando estaban llegando a Plaza Pinares de Claret el auto de Asado empezó a tenerse y atrás paro el auto de la familia del Gringo. Asado se había quedado viendo una persona arrodillada en el medio de la plaza y una mujer acostada en el piso detrás del arrodillado.

Baja la ventanilla, Aye. ¡Che!, ¿qué pasa allá?, ¿necesitan ayuda? —preguntó.

Nadie contesto. Asado estacionó al lado de la plaza. Los autos pasaban a toda velocidad. Un par de vecinos miraban asustados desde sus ventanas, otros pasaban corriendo.

Che, te pregunte si está todo bien —dijo Asado acercándose al arrodillado ¡Hola!....¿hola?.

Cuando estuvo a 5 metros, el arrodillado empezó lentamente a darse vuelta. Sus ojos grises miraron a Asado mientras masticaba un pedazo de carne arrancada a la mujer que estaba muerta en el piso. La sangre caía por todos los rincones de su boca. Al arrodillado le faltaba un pedazo de mejilla que parecía había sido arrancado de un mordisco. Asado no lo podía creer. Atino a agarrar el cuchillo que llevaba en la cintura pero el arrodillado se dió vuelva para seguir atendiendo a su comida. No necesitaba más carne, tenía lo que quería en el piso a su lado. Asado volvió corriendo al auto y arrancó haciendo chillar las ruedas, el Gringo lo siguió.

Cruzaron la vía y agarraron la salida a la Mujer Urbana. El auto de Asado iba adelante y ,antes de salir por la rotonda, frenó; el Gringo frenó atrás. Se bajaron y sus ojos no podían creer lo que veían.

Por la calle Pedro Laplace, que salía directo al Kempes, venia una muchedumbre. Caminaban despacio y se tambaleaban; caminaban muy cerca unos de otros. Asado se refriega los ojos y los ve. Era una horda; una horda de zombis que venían desde el Kempes.

En ese momento el grupo se dio cuenta en que estaban metidos. Se dieron cuenta del alcance que tenía esa tragedia. La muerte llegaba desde el Kempes. Y venia a buscarlos. Y tenía hambre, mucha hambre.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario