Cap. 6 "El Parque"

Miles de cosas pasaban por la cabeza del Gringo ¿Quién va a cuidar a mí princesita? ¿Por qué Javier había salido corriendo? Él no los podía dejar solos, no después de lo que le pasó a Ángela, pero ese muerto tenía mucha fuerza. Era un guardia de seguridad, un hombre robusto y alto, era muy difícil sacárselo de encima. Buscó su arma, pero no la encontró en su cintura; los brazos se le iban aflojando. El muerto hacía mucha fuerza para poder morderlo. ¿Así terminaba todo? ¿Cómo comida de un zombi? Tal vez Javier tenía razón y ya estaban todos muertos. Nadie estaba preparado para lo que estaba pasando, nadie. Sus brazos cada vez más flojos; sentía que hacía mucho tiempo estaba en esa posición, con la muerte intentando comerle la cabeza. Ya está pensó. Tal vez no duela. Son muy extrañas las cosas que la gente piensa cuando está a punto de morir. Hizo un último esfuerzo, empujó unos centímetros al muerto y dejó caer sus manos.

El Gringo no había notado que, cruzando la calle, venía una agente de policía corriendo. Justo cuando el muerto estaba por arrancarle la cara, la policía lo tumbó de una patada en la cabeza. El muerto cayó a un costado del Gringo que tenía los ojos cerrados esperando la muerte. La agente sacó su pistola; dos tiros, uno en la frente, otro en el ojo. El muerto no se movía más. 

Señor ¿se encuentra bien? —preguntó Sofía. 

Sofía había entrado a las fuerzas policiales hace 3 meses. Se había presentado a la Policía con muchas esperanzas. Su abuelo, su papá y su tío eran policías. Era casi como seguir la tradición familiar. Ella había sido asignada al Estadio Kempes para cubrir el partido y allí tuvo sus primeros enfrentamientos con la muerte.

¿Qué... qué paso? susurró el Gringo. Había entrado en estado de shock. Estaba casi paralizado.
Un muerto señor. Casi lo ataca un muerto respondió Sofía. 
Gr...gracias agente dijo el Gringo que ya se comenzaba a recuperarse. Allí cayó en la cuenta. Sus hijos. ¿Dónde estaban sus hijos?.
¡Mis hijos¡ dijo el Gringo mirando para todos lados, los autos pasaban, la gente corría pero sus hijos ya no estaban a la vista.
Tranquilícese señor. Usted estaba solo. ¿Cuántos hijos tiene?, ¿cómo son? intentó preguntar la policía para poder buscarlos.

El Gringo cayó de rodillas al piso ¡Javier tenía razón¡ dijo llorando.

A ver, señor. Se recompone y me sigue. No puedo dejarlo en esta condición. Su vida corre peligro dijo Sofía, seriamente.

Sofía quería ser policía. Ella quería ser la mejor policía de Córdoba. Muchos amigos y amigas le había dicho que no iba a ser fácil, que la policía como institución estaba rota; mucha corrupción. Pero ella no le importaba; iba a hacer bien las cosas. Iba a cambiar lo que todos pensaban. Agarró al Gringo del brazo y se dirigieron hacia el Parque. Le parecía el lugar más seguro.

¿Y ahora cómo hacemos para encontrarnos con el Gringo? —pensó Asado mientras iba entrando en el Parque de las Naciones. Ayelén y el Pity lo seguían; iban agarrados de las manos. Veían gente correr, algún muerto pasaba buscando comida pero parecía tranquilo, nada que no se pudiera controlar. Llegaron a lo más alto del Parque para analizar desde ahí su situación y ver como seguían. Al Pity se le ocurrió ir justo a unos arbustos que estaban metidos entre medio de unos árboles para estar más seguros allí. Cuando iba entrando entre los arbustos la vió. La princesita estaba tirada en el piso, con la boca abierta sin gritar, ni llorar pero su cara era de terror puro. Tres muertos caminaban así ella; lentamente, como si supieran que se iban a dar el mejor festín del día. El Pity no vaciló. Agarró fuerte la caña de bambú que llevaba colgada en su espalda y corrió gritando hacia los muertos. Dos de ellos se desviaron hacia él pero no tenía miedo. Era barrabrava de Talleres, había tenido enfrentamiento muchos peores del que estaba por atravesar. Su vida había corrido peligro muchas veces; tal vez era el más preparado para lo que estaba pasando. Agarró la caña y le atravesó el ojo al primer muerto. El segundo se le vino encima; retrocedió por la fuerza, tropezó con una rama y se cayó el piso con el muerto arriba de él. Se la vió negra, la caña estaba atorada en la cabeza del otro muerto; él no tenía nada con qué ganar. Salvo a su novia. La mandíbula del zombi salió disparada del primer palazo. El muerto se descolocó y cayó de costado. Las zapatillas del Pity se hundieron en el hueco que había quedado en la boca del muerto y le arrancó la cabeza de una patada. Le pareció el gol de su vida; y el festejo abrazando a su novia así lo dejaba ver. 

¡Pará! dijó Ayelén, volviendo en sí ¡La princesita!. Se dieron vuelta esperando lo peor. Pero Asado se había adelantado y le había clavado al muerto el atizador en la sien,  ya estaba levantando a la niña en brazos. Quiso salir de los arbustos pero Ayelén lo detuvo.

Pará Asado, ya está, estamos bien acá; ahora pensemos que mierda hacemos por favor. nuevamente estaba Ayelén para tranquilar al grupo y actuar con racionalidad. 
Tenés razón, negra, tenés razón. Pensemos que carajo hacemos ahora —dijo Asado. 

El lugar era casi como una cueva, rodeada de paredes de arbustos y árboles, que daba a un mirador de la Ciudad; sin duda era un hermoso lugar. Un ruido en uno de los arbustos los puso de nuevo en guardia. Asado trajo hacia él a la princesita; no podía permitir que nada le pase. Ayelén y el Pity se pusieron adelante listos para matar lo que sea.

¡Papá! gritó, casi desesperada, la princesita. Por el arbusto entraban el Gringo y Sofía. 

La agente de policía había visto al grupo entrar y quería ver si necesitaban ayuda. Después de los abrazos correspondientes al reencuentro y el relato de la huída de Javier, el grupo se puso a debatir como seguir. A nadie le extrañó que Javier haya salido corriendo; ya se veía que quería dejar el grupo. Pero más allá de todo, era de noche y necesitaban un lugar para dormir; era muy peligroso seguir de noche y más teniendo en cuenta todo lo que les había pasado. Mientras Asado miraba y reflexionaba mirando la Ciudad de Córdoba, aquella del Fernet, del fútbol, de los bailes y los asados con amigos; miraba esa Ciudad que ya no existía más. Ahora los muertos caminaban y solo podía esconderse para luego ir a buscar a Lucia, su hija. 

Yo vivo con mi novia acá a dos cuadra, de hecho estaba yendo para casa cuando lo ví a este señor a punto de ser devorado dijo Sofía Pueden quedarse en casa esta noche.
Me parece buena idea reflexionó Asado , pero no puedo seguir pidiéndoles que me acompañen. Todo se fue a la mierda; esto no es joda, ni una puta película, es la realidad.
Héctor dijo el Gringo, como recién cayendo en cuenta de lo sucedido no podemos volver. Ángela… Ángela ya no está. Si nos separamos, perdemos. Tenemos que seguir juntos, amigo. Ya estamos todos juntos en este baile, no nos queda otra.

Todos se miraron. Sabían que el Gringo tenía razón; si se separaban ahora era muy peligroso. Asado le dijo a Sofía que los llevara a su casa y le agradeció sinceramente. 

El día terminó pero los muertos seguían caminando.

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